Como es obvio las condiciones climatológicas afectan al cultivo del olivo. Las precipitaciones y las temperaturas juegan un papel importante durante el cultivo de nuestros olivos.
Por ejemplo, las altas temperaturas durante el periodo de floración del olivo, comprendido entre finales de abril o principios de mayo hasta junio, reducen la fertilidad del polen y cuaja las aceitunas. Así mismo, que acontezca una ola de calor cuando el hueso de la aceituna aún no está endurecido, conlleva que el olivo se desprenda de sus frutos tirando las aceitunas al suelo, perdiendo la producción.
Por el contrario, las altas temperaturas durante el verano, ayudan a eliminar al Prays del olivo y controlan las plagas de mosca.
Las precipitaciones juegan un papel fundamental en el cultivo del olivo, la escasez de agua durante los meses de septiembre y octubre, reduce considerablemente el tamaño y por tanto los rendimientos grasos de las aceitunas. En cambio, buenas precipitaciones y temperaturas altas durante el otoño aumentan el rendimiento graso de las aceitunas, favoreciendo a la calidad del aceite.
Los años con épocas lluviosas extraordinarias, con valores superiores a los 500 mm/año, aumentan las reservas de agua, lo que repercute en un aumento de la producción, notándose principalmente en los olivares de secano de nuestras fincas. Por el contrario, las lluvias de verano favorecen la actuación de la mosca del olivo, lo que puede suponer una importante reducción en la cosecha.